I
Siempre fui tan íntimo de la paranoia
como si esta fuese mi escucha
durante los insomnios
II
La mirada, el ojo con láser: la paranoia
y también Dios desde arriba controlador,
como la poli, el híbrido gendarme (gen. de. arma.),
y la militarización del ser humano,
la necesidad de control y ser controlado:
tal vez una herencia de la más tierna infancia
a la que algunos responden agasajados descorchando un brindis
y otros repudian, no sin la ambivalencia de aquellas cosas
que nos marcan desde el chupete y la crianza
y que entonces hacen zig zag con ese peso en el alma
que generan las contradicciones.
También paranoia en,
el mito del Gran Hermano fraternal, hermanito (justo 1984),
la moda: los carteles publicitarios con hombres y mujeres del tamaño de un barco
que nos miran por ejemplo desde lo alto en la avenida Córdoba
con esos ojos siempre verdes maquillados y de una lucidez inexistente;
y también el internet, que generosa conecta los pueblos
pero también fulgura identidades y las crea en filos delgados de realidad y ficción.
III
Siempre fue así, la calle me observaba
con miles de ojos que brotaban de las baldosas,
y en esos momentos la gente emitían sonidos
con sus bocas que poca relación guardaban con
un mensaje limpio y guardado;
los animales eran de una carcinería
genuinamente desbocada
y las mujeres, de una perfidia incontrolable.
IV
Paranoico en todos lados: el lugar
más cercano y más alejado del magnetismo
de lo oculto y recóndito: las emociones.
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