El niño cruzaba el río azul
como cualquier niño que cruza un río
azul, por su cara y su querer de niño
que cruza un río como podría ser el Nilo,
de Egipto. Soñaba quizás con faraones
y princesas, pinturas de pefil y pirámides;
pero no precisamente eso, no precisamente
era lo que buscaba en su barco sobre ese río
azul que podía ser también el cielo azul,
si es que en el reflejo del agua uno miraba.
Aunque en verdad, todo se reflejaba allí:
los árboles que hacen sombra de orilla, frescas
flores de colores. Podría haber jurado el niño,
que hasta los olores se veían dibujado en ese azul
río que el surcaba con la mirada en horizonte.
Iba en busca de algo ese niño que surcaba ese cielo
de agua, donde flotaba su esperanza e imaginación
de mago saca-conejo vestido con corbata roja.
Algo que había visto en un sueño, una noche, en
un verano con olor a cloro de pileta de vacaciones.
Doce piedras había visto levantarse en esa isla,
cada cual custodiada por una pregunta a descifrar,
una que guardaba la magia de que cualquiera
pudiera encontrarla. Y es que sólo un niño, como
el que con ojos dulces cruzaba por ese río podía
animarse a revelar los doce secretos que se ocultaban
bajo las piedras de la Isla Balsaglú
1 comentario:
Qué lindo tu blog:)
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