Formar el mundo en la acción campana
cristalina y resonante: siempre formarlo
sin ningún gris ni temor que peregrine
por sombras de los codos, por los labios
que al moverse dicen, no paran de besar
y decir. Y no olvidan, no, de hacer.
Eso no tenemos en la luminaria sin techo,
carecemos del miedo hijo de la perspectiva
adelantada al tiempo. Vivimos la carne y la piel
de los segundos: le otorgamos existencia, como
si semillas fuesen que tienen la memoria del instante,
la vivencia de la luz madre.
Y festejamos, celebramos el encuentro, el lugar
damos gracias al espacio, a la tierra del camino
corremos sin agotarnos y también nadamos peces,
y sobre todo elegimos pararnos desde el hermoso
precipicio del deseo.
Son mis razones corazoneras, y no tengo nada más
que eso para asumir la vida.
1 comentario:
qué linda poesía. es una de las formas mas hermosas de expresarse.
un saludo
Publicar un comentario