Tenía un sueño yo -intenso-
aparte de aquel de pervertir al lenguaje,
y deshacerme de él
no era quedar mudo
sino sin lenguaje
pero no en un acto desesperado
sino para desparramarme en la blandura
del silencio
pero no del no decir, de la ausencia expresiva
sino para hallar y aferrarme en manos
a un abstracto edén de figuras transparentes
pero no para evitar los demonios, ni el panteísmo
sino para envolverme de una súbita inocencia
que me besara en el despertar.
Un sueño tenía yo,
viajar por un paisaje ausente de violencia
pero no sin la del germinar de las plantas y los animales,
sino transcurrir cúmulos de arena durante tu cuerpo
pero no en una distancia insoslayable
sino en la ternura de un abrazo salado
del medio mundo y del medio mar
pero no invertir el lenguaje y que medio se trastoque en miedo
sino desvanecerlo y depurarlo:
que en la mañana nos alcance una mirada
que no signifique nada
pero no que no signifique en el sentido del calor y la intensidad
sino en el de las estructuras lingüísticas que hacen
del gesto una ciencia: kinésica;
y que en la tarde nos alcance con una boca -dos-
para desarmar el mundo
y desterrarnos en una palabra los dos juntos,
o una frase que diga
que quería escribir un poema que no hablase de vos
pero que en estos tiempo
las manos se me mueven solas.
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