martes, 1 de julio de 2008

Hondo




Hay una historia (siempre) detrás de esos piecitos descalzos


que caminan por tierra anclada y giratoria


jugamos a olvidarla en la continuidad del tiempo


porque recordarla impediría vivenciar la imprudencia


de nuestros ojos atravesados por una luminosa,


pero la hay y nos constituye


Somos: eso. El producto de la multiplicidad de colores


que resguardamos en algún momento


y lo sacamos a relucir -aunque no lo sepamos-


en cada ancla que hacemos con las manos.


(tengo ahora, una hondura en el pecho

interminable e iluminada

podría enunciarte y recitarte sin vergüenza

cada parte de tu cuerpo)


Hay un espacio abierto también, donde circula el aire


que se dice que como viento y cada tanto silba en los oídos


un sonidito que me recuerda a una canción triste


y me pone en la piel como un vestido de rocas o algo así


aunque también me emborracha con formas de siluetas


que se despliegan sobre un silencio extraño que


me provoca y me provoca.


(sigo con esa firme hondura irresoluble

que será mi compañera

por hoy y cuántos días más)


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