jueves, 26 de junio de 2008

Poco especulandi





Yo sé poco


- muy poco -


aunque los otros, en su cuerpo


crean que yo sé tanto


y también en sus bocas


crean que sé mucho,


y en su intuición - ahí no me meto -,


en verdad



poco sé.




Porque poco entiendo,


veo moléculas y veo vida


tus ojos y todas sus acciones


la mano acercándoseme


la caricia apresurada pero tenaz.


Y hasta ahí llego - a la fenomenología


que me de las muchas gracias -


en ser un perdido observador


especialista en partículas y significantes,


en fotos al aire del porque sí


de la especie de la espera,


y como llego hasta ahí,


las corrientes de la filosofía analítica – debería denigrarme -


y se obstinan en obstruirme la cabeza.




Sé poco,


por mi negligencia a la intuición,


por todas todas mis


torpezas todas


por mis tropiezos con las sillas,


con llevarme puesto


el arbolito mal acomodado de la esquina,


el mate del viejito en la vereda.


Y a todos esos signos - los que dije que observaba -


me los llevo todos juntos bien puestos


y en un sin querer los desordeno todos:


Tan dominó - el tres sobre el dos, el cuatro sobre el uno:


la sensación del dado incoeherente -.


No es la rigidez del azar, sino ser


regido por el azar.




No hay otra para alguien que no sabe más


sino mancharse de todos los colores,


multiplicar y encadenar melodías,


aturdir las manos en el movimiento


- purísimo devenir -


y ser ese ente,


ese


que en la fotosintaxis de la existencia


se relaja y dice:


"No hay nada que perder"

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