Me paro en el centro
de un punto oscuro
a un lado,
la orilla de un charco reflejando
la luz de una ventana aún encendida
al otro nada,
pero yo te imagino
bajo un árbol cubriéndote
de una tormenta aún no avisada
y también te reís como una nena.
Alguien se me acerca y me pregunta
por el tiempo,
por el espacio
yo no puedo sacar mi atención de vos
a punto de quedar
empapada y fría;
te veo acurrucarte
entre tus brazos.
Yo respondo
que el tiempo es esto
y le muestro la palma de mi mano
y que el espacio
es lo que hay
entre ella y yo.
Tu mirada se ha puesto en mi
y algo me incomoda,
veo tus labios pidiéndome
que te abraze
pero no
distingo de mis ilusiones.
¿Existe el final feliz?
Miro arriba y digo,
que me alimente
el deseo dl creer
que existe,
y me acerco a vos.
Que el deseo
me dé al paladar
la idea (poco ingenua)
que puedo barrer la historia trágica
y adosado a tu piel
que nunca
te quieras escapar
de mis labios.
Comienza a llover
y un gato corre,
pone sus patas sobre el charco
y dictamina
sobre él un espejismo:
la luz no es uniforme, me digo
y entiendo aquello
del cristal con que se mira.
Me mojo un poco
y me acerco a vos,
que casi temblás.
Te cubro y te miro
Se me escapa
la pregunta:
¿Querrías hacer el amor conmigo
por un siglo entero?
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