Yo sé poco
- muy poco -
aunque los otros, en su cuerpo
crean que yo sé tanto
y también en sus bocas
crean que sé mucho,
y en su intuición - ahí no me meto -,
en verdad
poco sé.
Porque poco entiendo,
veo moléculas y veo vida
tus ojos y todas sus acciones
la mano acercándoseme
la caricia apresurada pero tenaz.
Y hasta ahí llego - a la fenomenología
que me de las muchas gracias -
en ser un perdido observador
especialista en partículas y significantes,
en fotos al aire del porque sí
de la especie de la espera,
y como llego hasta ahí,
las corrientes de la filosofía analítica – debería denigrarme -
y se obstinan en obstruirme la cabeza.
Sé poco,
por mi negligencia a la intuición,
por todas todas mis
torpezas todas
por mis tropiezos con las sillas,
con llevarme puesto
el arbolito mal acomodado de la esquina,
el mate del viejito en la vereda.
Y a todos esos signos - los que dije que observaba -
me los llevo todos juntos bien puestos
y en un sin querer los desordeno todos:
Tan dominó - el tres sobre el dos, el cuatro sobre el uno:
la sensación del dado incoeherente -.
No es la rigidez del azar, sino ser
regido por el azar.
No hay otra para alguien que no sabe más
sino mancharse de todos los colores,
multiplicar y encadenar melodías,
aturdir las manos en el movimiento
- purísimo devenir -
y ser ese ente,
ese
que en la fotosintaxis de la existencia
se relaja y dice:
"No hay nada que perder"
- muy poco -
aunque los otros, en su cuerpo
crean que yo sé tanto
y también en sus bocas
crean que sé mucho,
y en su intuición - ahí no me meto -,
en verdad
poco sé.
Porque poco entiendo,
veo moléculas y veo vida
tus ojos y todas sus acciones
la mano acercándoseme
la caricia apresurada pero tenaz.
Y hasta ahí llego - a la fenomenología
que me de las muchas gracias -
en ser un perdido observador
especialista en partículas y significantes,
en fotos al aire del porque sí
de la especie de la espera,
y como llego hasta ahí,
las corrientes de la filosofía analítica – debería denigrarme -
y se obstinan en obstruirme la cabeza.
Sé poco,
por mi negligencia a la intuición,
por todas todas mis
torpezas todas
por mis tropiezos con las sillas,
con llevarme puesto
el arbolito mal acomodado de la esquina,
el mate del viejito en la vereda.
Y a todos esos signos - los que dije que observaba -
me los llevo todos juntos bien puestos
y en un sin querer los desordeno todos:
Tan dominó - el tres sobre el dos, el cuatro sobre el uno:
la sensación del dado incoeherente -.
No es la rigidez del azar, sino ser
regido por el azar.
No hay otra para alguien que no sabe más
sino mancharse de todos los colores,
multiplicar y encadenar melodías,
aturdir las manos en el movimiento
- purísimo devenir -
y ser ese ente,
ese
que en la fotosintaxis de la existencia
se relaja y dice:
"No hay nada que perder"
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