Ya no tengo mentiras para entregar
ni un cascajo de tiempo para dinfundir,
no tengo evidencias del que fui
pero evidentemente también me olvido del porvenir.
Odio a quienes odio sin importar
y que farfullen y se ausculten en una bóveda de silencio
los que se sientan tocados sin quererlo,
pues. Ya tampoco quiero tocar a nadie.
He dicho bastante en la caja de resonancia
como para andar olvidando a los cuatro vientos
por cada esquina que paso en la mirada distraída
con el torpe peatón que no mira a los costados.
Me olvido y opero sin darme cuenta,
mi sonrisa y hasta mi ojo paranoico sin estenoicopía
han muerto bajo velos de sangre para nada mística
con unos arañazos que le daba a la pared por no entregarle a la guitarra lo que ella quería de melodía.
Que mi verso sea largo no me importa,
que la poesía no sea poema, un bledo
resbala un pito que sea largo tampoco importa
como también ignora un culo sin profundidad.
Que se achanchen, que se duerman
los que quieran el panqueque de margaritas amarillas
que primero pasen por caja y saquen su ticket
sin amarillentismos solicitamos al público.
Que me encuentre un boleto roto de hace dos años en un pantalón,
que soy sucio, ruin y pechador
que le quité el pan a la vieja, ya era, si, si. Ya era.
Sola, fané y descangayada.
Toda una noche sin dormir, un vino sin tomar,
mucha narcolepsia por venir sin psicotrópicos, claro que no:
el tutor de la racionalidad, el heredero de Platón y la filosofía occidental,
y no solo! Porque también vivas por la oriental.
El heredero cobarde de todas las fotografías que no fueron,
de todos los pensamientos querellados en utopías
por el juzgado universal
de la falta.
Bienvenido quien seas, apurate que a punto está de incendiarse la cuerda del instrumento.
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