El para siempre, lo eterno, lo excesivo,
pasarse de rosca, dar la vuelta al mundo,
romper el eje de la tuerca y doblar la pinza
por la fricción del calor a punto de generar la chispa de la vida.
Demasiado y mucho no parecen adjetivos sino
sujetos inmaculados que dentro mío comen
y hacen picnic y pumper nic. Fantasmas y
zombies a partir de las sombras saurias verdes que traía desde la infancia.
Estar sin el registro tiempo, ser atemporal es
precisamente la ecuación que precisa la inexistencia,
el eterno es nadie, remembranza de la imposible
guardado en el corazón entre algodones suaves como un recuerdo de cajita de cristal.
¿Cómo no agotarse luego, ni entrar en pánico
sintiendo que se va justo en esa dirección?
Para ello, mejor dejar todo y pasearse desnudo
por el cerro de los siete colores.
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